lunes, 5 de diciembre de 2011

Pantaleón y las visitadoras

Bueno, al toro por los cuernos-sella sus labios con un dedo el general Victoria-. El asunto exige la más absoluta reserva. Me refiero a la misión que se le va a confiar, capitán. Suéltale el cuco, Tigre.
-En síntesis, la tropa de la selva se anda tirando a las cholas-toma aliento, parpadea y tose el Tigre Collazos-  Hay violaciones a granel y los tribunales no se dan abasto
para juzgar a tanto pendejón. Toda la Amazonía está alborotada.
-Nos bombardean a diario con partes y denuncias- se pellizca la barbilla el general Victoria-. Y hasta vienen comisiones de protesta de los pueblitos más perdidos




En Pantaleón y las visitadoras, novela de 1973 del Nóbel Vargas Llosa, nos encontramos con un capitán del ejército peruano que se encuentra con la necesidad de organizar un servicio de Visitadoras para aplacar a los soldados que andan violando mujeres en la Amazonía. La novela es muy divertida, sobre todo por la forma en que está redactada. Los partes del ejército se solapan con conversaciones entre los protagonistas incluso con la emisión de radio de un tal Sinchi. 



Además nos encontramos con una crítica a la hipocresía de la sociedad militar, que crea este servicio y pretende mantenerse al margen del mismo. Es algo secreto, como si pudiese ser secreto dicho servicio. Imaginen ustedes que pasase eso en España, sería un secreto a voces como lo es en Pantaleón. Claro que la hipocresía no solo podemos verla en ese ámbito, podemos fácilmente extrapolarla a otros. La rama eclesiástica que se horroriza ante el servicio de visitadores, no duda en casar de cualquier modo y a toda prisa a quienes cometen las violaciones, con la consiguiente reprimenda eso si. Como si eso fuese suficiente...



Me he divertido horrores leyéndola, no se si es la mejor novela de Vargas Llosa, quizá no lo sea, pero a mi me ha gustado mucho y la veo apropiada para cualquier momento. Siempre que ustedes gusten de reír un rato, es divertido meterse en la mente de Pantaleón Pantoja, un hombre obligado a prestar un servicio que al final lo hace de modo tan eficiente, como buen militar por otra parte, que ha sido capaz de formar el cuerpo más rentable del ejército peruano.



Es divertido ver la evolución del capitán Pantoja, hombre recto, abstemio al principio de la novela que termina divorciado de su mujer y convertido en un hombre lascivo, liado con una visitadora a la que le perdona diez servicios diarios. Una muestra más de lo hipócrita que es la sociedad en la que vivimos.



Léanla, seguro que no se arrepienten.

No hay comentarios:

Publicar un comentario