Guillaume Apollinaire, ese es el nombre,
el protagonista. El que nos habla por palabras de Berthier, el que nos
habla de la poesía, del amor en la guerra, del dolor de la pérdida, del
brezo creciendo alrededor de las trincheras, de Madeleine, del hada por
la que anhela la vuelta. Pero sabemos que no volverá, sabemos que la
tragedia se encierra en las páginas del libro, que el final se anuncia
desde el principio.
Poco importa. Porque perderse en las
páginas de "Un día me esperaba a mí mismo" no es la narración de la
historia, es el cómo lo cuenta, el estilo personal de Miguel Ángel Ortiz
Albero, en la poesía hecha prosa, en la forma de contarnos lo que
sienten más que lo que pasa. Y te haces preguntas, la fundamental, ¿hay
poesía en la batalla? Y concluyes que sí, que la poesía llena un libro
sobre guerra pero también sobre amor, porque es el amor lo que llena el
libro, el amor y la poesía.
A mí me ha gustado, mucho, quizá por que
no me importa tanto lo que pasa en los libros sino cómo me lo cuentan y
el cómo de éste me ha encantado. He cogido el lápiz verde y he
subrayado, pensando quizá que la estética del libro pedía azul, pero me
ha dado igual, un verde esperanza ha ido horadando las páginas de "Un
día me esperaba a mí mismo". Leer y subrayar. Quedarse sin mina de tanto
marcado. Cerrar el libro, a ratos, y pensar que tanto amor, tanta
belleza no puede existir en una guerra. O quizá sí. Saber que la
historia es real tampoco importa. Saber que las cartas, las fotografías
existieron no le quita mérito al libro. Ni al autor.
Uno puede decidir qué leer. Uno puede
inclinarse por un tipo de lectura o quizá otro. Uno puede dejarse
cortejar por una imagen, por un conjunto de palabras que te arañan, uno
puede dejarse tocar por un estilo. O no. Ustedes decidirán. Yo no me he
arrepentido en ningún momento. Yo sí me he dejado cortejar por sus
palabras, y él me ha llevado a una trinchera que no parecía tal, aunque
lo era. Y me ha gustado tanto perderme entre las páginas de "Un día me
esperaba a mí mismo" que no dudo que volveré algún día a su azul
cubierto de rojo, ahora marcado para siempre con un verde esperanza.
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